¿Y si el caos fuera intencional?

Algo se ha roto, no solo en las instituciones, sino en el ánimo colectivo. Ya no se trata de desconfianza: es una pérdida silenciosa de sentido.

  • 13 de junio de 2025 a las 23:00 -

Un país con Congreso, pero sin consensos. Con leyes, pero sin justicia. Con elecciones, pero sin certezas. Una sociedad donde cada ciudadano carga su “identidad” en la billetera, pero no en el alma. ¿Qué queda de una democracia cuando las urnas son urnas vacías y el Congreso, una trinchera de trincheras?

Algo se ha roto, no solo en las instituciones, sino en el ánimo colectivo. Ya no se trata de desconfianza: es una pérdida silenciosa de sentido. Y aquí la pregunta no es solo qué falló, sino quién gana cuando todo falla. Algunos lo saben bien: una ciudadanía confundida, desanimada y desconfiada es más fácil de controlar. Cuando todo se cae al mismo tiempo, no es ingenuo preguntarse si alguien lo está provocando. A veces, el caos no es un error: es una estrategia. Se repiten los mismos fallos, se avivan conflictos, se detienen las soluciones. Todo eso agota. Y ese desgaste no es casual. Sirve a quienes prefieren un pueblo cansado antes que uno que piensa y actúa. Entonces, en medio del desastre, aparece el “redentor” que promete arreglarlo todo.

El problema es que ese libertador muchas veces no quiere servir, sino quedarse con todo: con las reglas, las narrativas y hasta con nuestras emociones. Así, se captura el Estado y también el miedo. Desde la neurociencia sabemos que, ante tanta frustración, el cerebro se apaga, se retrae. Y en ese retiro mental, dejamos de exigir, de votar, de actuar. ¿Estamos listos para una sociedad sin vínculos, donde la esperanza fue reemplazada por la resignación?

Frente a eso, solo queda recuperar lo esencial: la capacidad de gobernarse a uno mismo. El pensamiento estoico cobra sentido: no seguir banderas vacías, no odiar por encargo, no obedecer al caos. Resistir no es gritar más fuerte, sino pensar con más claridad. El ciudadano lúcido no cae en trampas emocionales: observa, cuestiona, actúa con dignidad.

Quizás el verdadero problema no es que ya nadie cree en nada. El verdadero problema es que alguien quiere que así sea. Porque el que controla el caos, controla el miedo. Y el que controla el miedo... controla el país.

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