El sargazo invade playas turísticas de Honduras
En Roatán, las cuadrillas de la municipalidad y Zolitur recogen el alga y la entierran, pero hoy limpian y al día siguiente la misma playa vuelve a amanecer llena

- 11 de junio de 2025 a las 22:59 /
Cada año regresa, pero esta vez lo hace con más fuerza, más podredumbre y más consecuencias. El sargazo, esa alga café que inunda las costas caribeñas, no es solo un problema estético: es una crisis ambiental, sanitaria y económica en expansión.
Gustavo Cabrera, especialista en turismo sostenible y director del Parque Nacional Cuyamel-Omoa, advierte que Honduras está por recibir una avalancha de sargazo más agresiva que nunca.
De acuerdo a proyecciones internacionales, este año 31 millones de toneladas de algas tóxicas se acercan a las playas de Florida, la península Yucatán en México, todo el Caribe, y en particular, el norte de Honduras.
La floración de sargazo de este año ya ha batido su propio récord de tamaño por millones de toneladas, y la temporada de crecimiento aún no ha terminado.
Y es que sí, el sargazo llega todos los años. Pero con el calentamiento global, las cantidades han comenzado a aumentar de forma alarmante.

Esta alga, que prolifera con el alza de temperaturas, ya no solo mancha el mar de café, sino que amenaza con colapsar ecosistemas costeros, arruinar temporadas turísticas y enfermar a las comunidades costeras.
“La proliferación de sargazo se ve favorecida por el cambio climático. A medida que los océanos se calientan, estas algas encuentran el ambiente perfecto para reproducirse sin control”, explica Cabrera.
Lo peor: no llega sola. El sargazo arrastra consigo basura flotante, formando una combinación tóxica que llega a las playas como un verdadero vertedero flotante.
Una vez varado en la costa, el sargazo comienza a descomponerse, liberando un cóctel de olores nauseabundos. Cabrera detalla que el hedor proviene de compuestos como el escualeno (presente en peces) y el metano, producto de la descomposición.
El resultado: playas infestadas de mal olor donde ya no es posible bañarse ni disfrutar del paisaje. “Ese cóctel de mal olor, basura y podredumbre aleja al turista.
¿Quién quiere pagar por una habitación frente al mar si la vista es marrón y el ambiente huele a pescado podrido?”, señala el experto. Y no se trata solo de una incomodidad turística. También representa una amenaza directa a la salud.

Cuidado con lo que no se ve
Con el sargazo y su avance a las costas lo más alarmante ocurre dentro del agua, ya que sirve de escondite para especies peligrosas.
“Rayas, peces león, peces escorpión, bagres marinos e incluso medusas pueden estar ocultos allí. Es sumamente riesgoso meterse al mar cuando hay presencia de esta alga”, advierte Cabrera.
Los encuentros con estas especies pueden resultar en picaduras, infecciones e incluso emergencias médicas.
Pese a que esta planta marina podría transformarse en abono o fertilizante, la realidad es que su recolección y procesamiento requieren una infraestructura que Honduras aún no tiene.
“En países industrializados todavía no logran aprovecharla al 100%. Si fuera útil, no estaría flotando sin control en el mar”, sentencia Cabrera.

Islas de la Bahía le hace frente
En años anteriores, las costas de Omoa, Puerto Cortés e incluso algunas zonas insulares ya han recibido oleadas de sargazo.
Este 2025 todo apunta a que la situación será aún más severa. La corriente oceánica, combinada con vientos costeros y temperaturas elevadas, arrastra esta alga directamente hacia el litoral hondureño. Y no hay forma de detenerlo.
Mientras tanto, la advertencia es clara: evitar el contacto con el mar cuando el sargazo está presente.
Desde abril, el sargazo comenzó a llegar a varias playas paradisiacas de Roatán, pero en las últimas semanas el aumento ha superado los esfuerzos por retirarla.
Engellie Mejía, bióloga y técnico especialista en Gestión Ambiental Marina de la Zona Libre Turística de Islas de la Bahía (Zolitur), conversó con LA PRENSA Premium sobre los esfuerzos sobrehumanos que realizan para deshacerse del alga, que tiene anegados varios kilómetros de playas de Roatán, en particular las públicas del lado sur de la isla y de los otros municipios insulares vecinos.

Mejía coordina junto con voluntarios y cuadrillas municipales una lucha silenciosa, pero incansable por mantener limpias las playas que atraen a miles de turistas y protegen valiosos ecosistemas.
“Llegamos a hacer hasta seis viajes con camiones llenos, y mientras limpiamos ya viene otra mancha”, cuenta Engellie, mientras señala que las zonas más afectadas son Flowers Bay, Consolation Bigth cuya playa Watering Place está afectada, donde las corrientes arrastran la mayor cantidad de sargazo.
Estas playas, aunque pequeñas, son públicas y reciben diariamente toneladas de algas marinas que terminan varadas en la orilla. El proceso de limpieza es completamente manual.
“Todo lo hacemos a mano, con rastrillos, palas y cuadrillas voluntarias. Hay días en los que ni 40 personas son suficientes”, explica.
5.5
millones
de toneladas métricas de sargazo flotante hay en el Atlántico entre abril y agosto. Afecta costas del Caribe, Centroamérica y el Golfo de México.
Las algas, una vez acumuladas, son enterradas en la arena cuando es posible, pero en muchas ocasiones el volumen es tan grande que deben esperar a que el mar se las lleve nuevamente.
El sargazo, aunque natural, tiene un lado tóxico cuando se descompone: libera gases como sulfuro de hidrógeno que huelen a una mezcla entre huevo podrido y pescado. Esto no solo espanta turistas, sino que amenaza a la fauna marina.
“Hemos encontrado tortugas atrapadas en las algas”, alerta Engellie. Justo ahora, mientras el sargazo se acumula, también es temporada de desove.
“Si las playas están llenas, las tortugas no pueden anidar y mueren en el intento”, advierte. Mientras el sargazo sigue llegando y el mar cambia con el clima, Roatán resiste.
No con grandes presupuestos ni con tecnología avanzada, sino con esfuerzo humano, conciencia ambiental y redes de apoyo que van creciendo palada a palada.
